Libro: ÉTICA PARA ADOLESCENTES POSMODERNOS, de Héctor Zagal Arreguin y José Galindo Montelongo.
https://prezi.com/uhverbrele8h/la-etica-en-las-diferentes-epocas-de-la-historia/
SABER SABER Identifica que el ser humano tiene derechos y
deberes.
Reconoce
la importancia de su participación sobre las relaciones humanas
Analiza
las bases fundamentales para que una sociedad pueda ser constructora de paz.
SABER HACER
Participa sobre las condiciones que se debe
tener en cuenta para relacionarse con los demás
Escribe
textos que planteen sus puntos de vista en los diferentes temas tratados.
Utiliza
herramientas tecnológicas que le permitan expresar sus ideas.
SABER CONVIVIR Fomenta una sana convivencia a través de sus
propios valores.
TEMAS DEL PRIMER PERIODO
Las relaciones humanas
Condiciones para relacionarse con los demás.
SABER SER
Respeto propuestas éticas y políticas de diferentes culturas, grupos sociales y políticos.
SABER SABER
Comprende que es legítimo disentir.
SABER HACER
Utiliza
aplicaciones virtuales para realizar videos o situaciones que fomenten la
democracia.
SABER CONVIVIR
Brinda sus diferentes opiniones y respeta la de los demás.
TEMAS DEL SEGUNDO PERIODO
Pensar, decidir y actuar.
Ética y política
Características
de la política moderna
La ética de
la argumentación
Valores de un Buen Gobierno
Perfil del hombre de Estado
INDICADORES DEL TERCER PERIODO
SABER SER
Cumple con los horarios establecidos por la institución.
SABER SABER
Reconoce la importancia de
escuchar a los demás.
Analiza la relación entre
familia y sociedad.
Valora a la familia como escuela de diálogo.
SABER HACER
Realiza dramatizaciones sobre
el rol de la familia en la sociedad.
Plantea soluciones a
conflictos familiares.
Utiliza el gráfico para recrear escenas donde se practique la empatía.
SABER CONVIVIR
Es tolerante con las
diferentes creencias de sus compañeros
TEMAS DEL TERCER PERIODO
La familia como eje central de la sociedad
La familia y la vida.
Conflictos familiares.
Cómo fortalecer las relaciones familiares.
Dios y la familia.
Campos de participación ciudadana.
INDICADORES DEL CUARTO PERIODO
SABER SER
Fomenta un buen clima que permite el desarrollo
de las clases.
SABER
SABER
Conozco los espacios de participación ciudadana.
Identifico la relación entre poder y autoridad.
Comprendo que mi libertad no debe afectar la del
otro.
SABER
HACER
Elabora ensayos sobre los temas vistos.
Realiza mapas conceptuales o mentales sobre el
poder y autoridad.
SABER CONVIVIR
Entiende que todo lo que se haga con amor sale bien.
TEMAS DEL CUARTO PERIODO
Poder, autoridad y legitimidad.
La opinión de mi Comunidad cuenta.
PRIMER PERIODO
Las relaciones humanas
Condiciones para relacionarse con los demás.
NOCIONES BÁSICAS DE ÉTICA
“Es una idea que aún plantea cuestiones éticas que desafían el nuevo sistema de trasplante de órganos”, fue el titular del periódico de Wall Street
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https://tlamatinime2aepoca.files.wordpress.com/2018/02/zagal-etica-para-adolescentes-posmodernos.pdf
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Compromiso de evaluación individual Pensar, decidir y actuar.
Realizar un resumen en el cuaderno y socializarlo en clase de las siguientes temáticas del texto anteriormente mencionado:
a. El hecho de la moralidad, pág 21 hasta la 23, donde termina con la lectura "La búsqueda de la felicidad".
Si los conceptos modernos no son adecuados para entender la realidad moderna, esto es aún más evidente en lo que concierne a nuestro presente. Las aporías, estructurales por la manera moderna de concebir la política, a la fecha se manifiestan en una crisis que asume un carácter histórico. Esto se ha vuelto más notorio gracias a una serie de procesos que han complicado el clásico ámbito moderno de la forma política, o sea el Estado. De manera clara, este último no es más comprensible a través de los conceptos modernos antes señalados, aún más cuando en el siglo XX surgió una realidad que ha sido definida como "el Estado de los partidos", donde éstos se han convertido en los verdaderos sujetos políticos. Además, se han establecido procesos de tipo económico y jurídico de dimensión mundial, que han privado de significado el concepto de soberanía de los Estados. Si se entiende en qué medida la legitimación democrática moderna está ligada al dispositivo de la soberanía, también se puede comprender que el propio mecanismo de la democracia se ponga en duda. Tal crisis es en particular evidente cuando se quiere comprender y organizar constitucionalmente entidades supraestatales, como por ejemplo la Unión Europea (UE).
En lo que se refiere a la Constitución estatal, se puede observar un proceso de progresiva incapacidad de ésta para ejecutar la tarea normativa para la cual estaba destinada, al punto de que distintos estudiosos han hablado de un proceso de desconstitucionalización.22 Asimismo, en el "Estado de los partidos" parece anularse una serie de piedras angulares que están en la base de las constituciones modernas. En especial, esto es válido para la situación italiana inspirada en un parlamentarismo puro, donde, por ejemplo, se reflexiona qué tan efectivo es el principio de la división de poderes, pensado por tradición como una garantía de libertad. ¿Cómo se puede pensar en una efectiva división de poderes cuando el Parlamento funciona con base en la voluntad de los partidos mayoritarios y el gobierno está formado por estos mismos?
En la actualidad no sólo no hay una división de poderes, sino que son las mismas funciones primordiales del Parlamento las que se cuestionan, como por ejemplo aquélla tan relevante del control del gobierno, justamente porque el poder ejecutivo está en manos de la mayoría parlamentaria. Pero también la función legislativa se encuentra en una crisis estructural. A menudo se señala como una anomalía que el instrumento legislativo sea una función del gobierno. Pero, ¿cómo es posible evitar que sea el gobierno quien haga las leyes (no sólo mediante los decretos-ley), si en el Parlamento se ratifican decisiones tomadas fuera de éste de los partidos mayoritarios (como señaló Weber), quienes de modo cotidiano verifican la posibilidad de alcanzar un acuerdo y una decisión común en la acción de gobierno?
Sin embargo, también en el concepto de representación encontramos una complicación radical. Mientras que la Constitución habla de mandato representativo en relación con cualquier grupo que quiera condicionar la voluntad de los representantes, en realidad estos últimos están vinculados a las decisiones del partido al que pertenecen -algo obvio para los ciudadanos-. Así, la pertenencia del diputado al partido y a su programa puede crear una relación de contenido entre la voluntad del elector y la voluntad política expresada por el elegido, por lo que parece ser el instrumento para superar la contradicción producida por el concepto de representación.
Por ello, se debe tener presente que el mandato representativo no es un elemento marginal y contingente de la representación moderna; es más bien constitutivo: se origina con una necesidad lógica de aquellos conceptos de igualdad y libertad, así como de la centralidad del individuo, que caracterizan la concepción moderna de la política. En cambio, parece que con la dependencia de los parlamentarios a sus partidos se reintroduce el mandato imperativo típico de una concepción medieval y feudal, con la sustancial diferencia que no se refiere a partes de la sociedad, sino a sujetos para quienes los partidos tienen una organización autónoma y por lo general un carácter de separación con respecto a la sociedad.
Si miramos las realidades supranacionales, como por ejemplo la Unión Europea, veremos cómo es aún más evidente que los conceptos que son la base de los Estados nacionales, resultan inadecuados. No obstante, también se puede constatar la dificultad existente para superar el dispositivo de los conceptos modernos. De hecho, es bien sabido que para pensar realidades como la de la UE es necesario superar los conceptos fundacionales del Estado y de la soberanía,23 aunque es bastante raro encontrar propuestas que muestren esta capacidad de superación. Lo mismo sucede para las concepciones que se inspiran en el federalismo, que por lo común regresan a la alternativa entre Estado federal y confederación de Estados, y así muestran la concepción de una realidad supraestatal mediante la conceptualidad base del Estado.
De esta manera, eurooptimistas y euroescépticos se dividen en relación con la posibilidad de que en Europa se establezcan las condiciones para que se pueda hablar de un único cuerpo y se compruebe un marco como aquél mencionado de la legitimación democrática, pero no parecen poner en discusión que sea en la modalidad de este marco donde se debe pensar democráticamente una entidad política. El debate por lo común gira alrededor de cuánta soberanía los Estados deben atribuir a la UE y cuánta deben mantener. Según el sujeto a quien de manera preponderante se atribuye la soberanía (Europa o los Estados nacionales), en su mayoría se considera que para la Unión Europea corresponde una constitución (instrumento que, después de las revoluciones, siempre ha estado ligado a la soberanía y a la cifra unitaria que la caracteriza) o un tratado (que parece idóneo para ratificar la soberanía de los Estados). Pero de esta manera se permanece al interior del horizonte del Jus publicum europaeum, basado en los Estados nacionales y no se supera el célebre dilema de Calhoun: o los Estados que dan origen a Europa permanecen soberanos o la Unión Europea se vuelve soberana, en la medida en que se adopta un nuevo mega Estado y los miembros que la constituyen desaparecen, en lo que respecta a su dimensión política y de toma de decisiones.
Europa presenta un problema que no es posible afrontar con el monismo que caracteriza a los Estados nacionales soberanos: una entidad política que es estructuralmenteplural, donde sus miembros pretenden mantener su dimensión política aun encontrándose en una realidad política común. Ello no es posible mediante el nexo de soberanía y representación que caracteriza a las constituciones nacionales. En este caso, la unidad política no tolera en su interior ningún sujeto político; si en el Estado los sujetos son particulares, mediante el mecanismo de la representación y la organización de los poderes del Estado dan lugar a una voluntad única: la de la ley que vale para todos. La ley constituye el mandato soberano del Estado que, como se ha dicho, tiene un carácter representativo y por ello asume en sí a todos los sujetos. Por ello, dentro de este horizonte no es concebible una pluralidad de sujetos políticos.24 Para cumplir la tarea de pensar una entidad plural como la Unión Europea, es necesario concebir la política de una manera distinta de como se ha hecho en las constituciones estatales.
Pero si esto es verdadero, ello también significa que es preciso concebir de una forma diversa la democracia, desde el momento en que la legitimación democrática se basa justamente en la relación entre soberanía y representación del pueblo y conceptos que están en la base de ésta (individuo, derechos, igualdad, libertad, pueblo). Pensar la política desde el punto de vista europeo no es fácil: no se trata de extender a un nivel más amplio los conceptos y mecanismos de la democracia que parecen tranquilizarnos y que todos consideran obvios. En el mismo debate cotidiano, no obstante la denuncia de un déficit de legitimación democrática en Europa, surge la conciencia de que en el ámbito europeo parecen no mantenerse algunos procesos que caracterizan la democracia en los Estados nacionales, por lo cual es necesario pensar de una manera distinta la democracia.25 Sin embargo, se tiene la impresión de que se refiere a una dimensión más débil y secundaria con respecto al modelo de la democracia representativa de los Estados nacionales que no se pone en discusión. También en una reciente intervención de Habermas,26 en la que se propone un modelo de democracia europea que conlleva el problemático concepto de una soberanía dividida, la democracia se considera un valor indiscutible, como se afirma en las constituciones estatales.
De la misma manera, es muy difícil encontrar en el debate indicaciones aptas para comprender en qué consiste este "modo diverso" de pensar la democracia. Quienes proponen esta exigencia terminan por considerar que es tarea de la UE hacer efectivos, para todos, los derechos de manera idéntica, lo cual requiere un poder único y fuerte, legitimado por todos y que actúe de manera centralizada. Así, la idea que, por lo común, inspira las políticas europeas es que desde lo alto se debe implementar una situación homogénea de igualdad mediante un poder único. No obstante, se trata de comprender si el problema que tiene Europa con relación a la democracia constituye una complicación que necesita aquellos posibles ajustes, o más bien, nos presenta una situación idónea para repensar el sistema de las constituciones democráticas que históricamente parece estar en crisis. La necesidad de este nuevo pensamiento de la democracia también deriva del hecho de que en los Estados nacionales la democracia representativa no goza de buena salud: no sólo contiene aporías estructurales, sino que a la fecha parece estar de manera notable en crisis.
Un modo distinto de pensar la ciudadanía y la democracia, o mejor dicho las exigencias de eliminación del dominio, de mayor justicia, de igual dignidad de los ciudadanos, de participación en las decisiones políticas que por norma se engloban en el término de "democracia", requiere superar la racionalidad formal que caracteriza el horizonte conceptual de la soberanía y el de la democracia moderna que se ha afirmado en las constituciones modernas. La legitimación democrática conlleva el principio de que la voluntad de la mayoría de votos debe prevalecer, lo cual es un aspecto formal, que no dice nada de la justicia del mandato que de este modo se produce y sobre la capacidad de gobernar los procesos. Es así como de este límite de la racionalidad formal de la democracia nace el continuo recurrir a la temática de la governance. Pero si la relación representativa es formal, entonces también lo es el concepto de democracia directa. No sólo en este caso surge la opresión de la unidad y no hay espacio para la pluralidad, sino que la formación de la voluntad única y directa del pueblo (si es posible y pensable) sigue determinada por un carácter formal, que no explica la bondad de las decisiones, ni tampoco la capacidad del buen gobierno. Ello no sorprende si se piensa cómo la democracia representativa y directa es una declinación de la soberanía, por lo que se encuentra en el mismo horizonte conceptual.
El debate político actual parece estancarse en las dos caras de la democracia, por lo cual no vislumbra una salida de la crisis política que caracteriza el presente. Quien, a causa de la contradicción ya mencionada, reconoce en la representación, como manera de legitimidad democrática, una dificultad para la participación del ciudadano, tiende a concebir esta última en la forma de la democracia directa. Sin embargo, para pensar la participación es necesario ir más allá de esta alternativa, de la racionalidad formal de la legitimación del poder y por lo tanto, del concepto de poder representativo. Se requiere trasladar la reflexión a las relaciones reales de gobierno y a la dimensión política de los gobernantes,27 pensar su necesaria participación, que no significa que éstos sean los sujetos de la decisión política, sino que esta última no puede tomar en cuenta su intervención en relación con las necesidades concretas y con las competencias que les son propias. Si aquí fuera posible desarrollar este punto, se podría mostrar que ello es posible únicamente si los individuos no se piensan en cuanto tal, es decir fuera de las diferentes relaciones que determinan su realidad, sino si se da relevancia y validez no tanto al pluralismo de las opiniones, sino a la pluralidad que caracteriza la sociedad.28
Para este reto de una nueva forma de pensar la política y la democracia es indispensable no permanecer condicionados por el esquema constituido por los conceptos modernos y no sólo cuestionarlos mediante el trabajo crítico de la historia conceptual, sino también atravesar el pensamiento de los antiguos y de las tradiciones premodernas. Esto último no se haría con el fin de encontrar modelos para resolver el problema, sino porque profundizar aquel pensamiento nos permitiría comprender mejor el carácter reductivo de los conceptos modernos y volver a encontrar problemas que los antiguos y los premodernos pensaban haber resuelto.29 Este horizonte más amplio de los conceptos modernos nos puede facilitar una relación más concreta con la época moderna y con los problemas que nos presenta nuestra propia actualidad.30
22Cfr. H. Hofmann, Vom Wesen der Verfassung, Humboldt-Universität, Berlin 2002, y "Riflessioni sull'origine, lo sviluppo e la crisi del concetto di Costituzione", pp. 227-237.
23Cfr. O. Beaud, Théorie de la Fédération Puf, Paris 2007, y L'Europe en voie de Constitution. Pour un bilan critique des travaux de la Convention.
27Me parece que en este sentido se encuentran los problemas propuestos por Rosanvallon en sus últimos trabajos.
28Para una propuesta de pensar, tanto la participación como la pluralidad dentro de una concepción política alternativa a la del Estado y la soberanía que, con razón, puede llamarse "federalista", cfr. G. Duso, "Oltre il nesso sovranità-rappresentanza: un federalismo senza Stato?"; G. Duso y A. Scalone, Come pensare il federalismo: nuove categorie e trasformazioni costituzionali; y, a manera de síntesis, G. Duso, "Per una trasformazione della costituzione in direzione federalistica". Todos estos textos se encuentran en línea en CIRLPGE.
29Refiero a mi Perché l'antico per pensare nelpresente (en proceso de publicación), donde se busca mostrar la relevancia de atravesar lo antiguo en contra de una acepción historicista de la historia conceptual.
30Cfr. G. Duso, "Platone e la filosofia política", pp. 9-23.
Ética de la argumentación
https://prezi.com/fkoszgfxg2lp/argumentacion-etica-el-metodo-de-razonamiento-etico/
EL LENGUAJE COMO ARMA ARGUMENTATIVA: LOGOS El término griego logos es polisémico. Denota lenguaje y argumento. Del lado del significado de “lenguaje” se afilian términos como “palabra”, “discurso”, “texto”, “verbo”. Con el sentido de “razón” se apuntan “argumento”, “razonamiento”, “inferencia”. El logos es el medio material del discurso.
El logos es el proceso que da soporte a un razonamiento. El logos orientado a la persuasión es usado de manera argumentativa. La polisemia del término logos persiste. Está bien presente en los textos de Aristóteles: Y la razón por la que el hombre es un animal político en mayor grado que cualquier abeja o cualquier animal gregario es algo evidente.
La Naturaleza, en efecto, según decimos, no hace nada sin un fin determinado; y el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales (…) pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, el ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una cuidad estado. (Aristóteles, Política, I, 1)
Virtud moral: Las virtudes morales son hijas “de los buenos hábitos”. (Ética Nicomaquea, II, 1). El hombre tiene una predisposición para poseer la virtud moral, pero con la condición de que se perfeccione por medio del hábito, de la práctica. La justicia, la templanza y la valentía son virtudes éticas. …todo lo que nos da la naturaleza no son más que posibilidades y potencias, que luego nosotros debemos hacer pasar al acto. (…)
En cuanto a las virtudes, las adquirimos desde el comienzo por medio del ejercicio, como ocurre igualmente en las diferentes artes y en los diversos oficios. Lo que hemos de realizar luego de un estudio previo, lo aprendemos por la práctica; por ejemplo, construyendo se hace uno arquitecto, y tocando la cítara, se viene a ser citarista. Igualmente, a fuerza de practicar la justicia, la templanza y la valentía, llegamos a ser justos, sobrios y fuertes. (…)
Los legisladores forman a los ciudadanos en la virtud, habituándoles a ello. Y esta es verdad la intención de todo legislador. Todos los que no se imponen esta meta faltan a su fin, entendiendo que sólo por esto se distingue una ciudad de otra y una buena ciudad de una ciudad mala. (Ética Nicomaquea, II, 1).
La noción griega de hábito moral involucra una orientación de la persona hacia el bien de forma consistente. La virtud es el hábito de una escogencia adecuada. La virtud moral se vincula con una elección relacionada con un medio, con las pasiones y con las acciones, connotando exceso, defecto o justo medio.
El término medio ocasiona aprobación, elogio: “la virtud es, pues, una especie de medianía, ya que la meta que se propone es un equilibrio entre dos extremos” (Ética Nicomaquea, II, 6). Mediante la proaíresis (elección responsable o intención) el ser humano ha de decidirse ante las alternativas de acción aportadas por el contexto. La persona que posee virtudes se interroga sobre cómo de actuar en determinados escenario. Obsérvese que para Aristóteles las virtudes no se invocan. Se practican. Prestigian a una ciudad. También al ciudadano común y al hombre público que con sus actos educan y ayudan a la formación de buenos hábitos que se traducen en unas virtudes.
Con Aristóteles se aprende la responsabilidad moral que descansa en el uso del lenguaje. La persona que ejerce un liderazgo social se expresa mediante un logos entendido como una capacidad para producir discursos consistentes que puede ser innata o aprendida. A esa capacidad se le suma la posesión de unas virtudes no sólo argumentativas, sino éticas para preferir el bien colectivo por encima del interés personal.
Son virtudes que predisponen a expresar la verdad que ha devenido de un proceso de razonamiento y a rechazar la mentira y el engaño porque atentan contra una audiencia a la que se debe querer, respetar, aceptar en su condición humana. Son virtudes que ansían lo que es razonable porque están inspiradas en frónesis y en sophía, las cuales encarnan la sabiduría teórica y la sabiduría práctica.
Son virtudes que crean la honorabilidad de un comunicador social que se mide, hoy como ayer, por su sentido de justicia, por la valentía para encarar la verdad, por el respeto a la diversidad comunitaria. No se puede perder de vista que el objetivo de la retórica como disciplina es la producción de discursos persuasivos. Tampoco se puede perder de vista que cuando Aristóteles clasifica los argumentos en logos, ethos y pathos muestra la importancia del orador para lograr la persuasión del oyente. Integra su Retórica a la Ética y a la Política.
La idea de que el descubrimiento de la verdad, de la justicia y de la objetividad a través de la demostración deben privar en los discursos públicos, en especial, en los discursos de carácter judicial: “Está además claro que es propio del que pleita mostrar si el asunto es o no es, si sucedió o no sucedió; y si es grande o pequeño, justo o injusto”. (Retórica, I, 1) Promueve la idea de que “la retórica es válida porque por naturaleza son más fuertes la verdad y la justicia que sus contrarios” (Retórica I, 2). Recomienda vencer la injusticia con la justicia, y la mentira con su contrario, pues no es apropiado “convencer a nadie de las cosas reprobables, sino para que no nos pase por alto cómo es y para qué, cuando otro se sirva injustamente de estas mismas razones, sepamos deshacerlas.” (Retórica, I, 2). La Retórica de Aristóteles aporta elementos cruciales para una discusión en torno a los valores y a los juicios de valor en la esfera comunicacional, en concreto, en el marco de los discursos persuasivos.
Valores de un Buen Gobierno
Las actuaciones de los miembros de la Asamblea de Accionistas, los miembros de la Junta Directiva, el gerente general, los servidores públicos y trabajadores oficiales al servicio de la EMB se rigen entre otras por los lineamientos, valores y parámetros definidos en el Código de buen gobierno; el cual tiene como objetivo compilar las mejores prácticas en materia de transparencia y regular los mecanismos para identificar y tramitar conflictos de intereses, y definir los parámetros de buen gobierno corporativo de la empresa generando confianza en las partes interesadas y en el público en general.
Principios de un buen Gobierno
https://www.youtube.com/watch?v=NtEKkT98iAg
Principios de buen gobierno
- Honestidad. La verdad prevalece par encima de cualquier consideración, fin o justificación; implica decir, actuar y responder por las actos y decisiones individuales y colectivas sobre bases debidamente informadas, de buena fe, conducta ética, con el cuidado y diligencia debidos.
- Equidad. Tratamiento equitativo y respetuoso para todos los accionistas, empleados, proveedores, clientes y grupos de interés que se relacionen con la EMB.
- Legalidad. Las actividades de la EMB se realizan en estricto cumplimiento al marco legal vigente.
Valores de buen gobierno:
- Transparencia y responsabilidad. Contar con información organizada, disponible y oportuna, incluyendo la situación financiera, desempeño y gobierno de la compañía.
- Actitud de servicio. Mantener siempre una actitud de servicio amable, oportuna, diligente y eficiente frente a sus clientes, accionistas y la comunidad en general.
- Respeto a los derechos laborales y del medio ambiente. Priorizar al trabajador y al medio ambiente y, con él, la búsqueda de un desarrollo sostenible de la sociedad, con equidad, transparencia y efectividad.
EL HOMBRE Y EL ESTADO
La familia como eje central de la sociedad
La familia y la vida.
Conflictos familiares.
Cómo fortalecer las relaciones familiares.
Dios y la familia.
Campos de participación ciudadana.
Para nosotros, la familia es la célula principal de la sociedad, es donde se aprenden los valores y la práctica de éstos constituye la base para el desarrollo y progreso de la sociedad. Es, quizá, el único espacio donde nos sentimos confiados, plenos; es el refugio donde nos aceptan y festejan por los que somos, sin importar la condición económica, cultural, intelectual, religión a profesar o preferencia sexual. La familia nos cobija, apoya, nos ama y respeta.
Años atrás, se entendía por familia a aquella integrada por la madre, el padre y los hijos, un concepto clásico llamado familia nuclear. En la actualidad, el término ha ido modificando, ahora el concepto no sólo se centra en los lazos consanguíneos, nuestra familia puede ser el grupo de personas con el que nos sentimos protegidos, amados y felices.
La familia y la vida.
Tener una familia es cimentar una buena educación, formación y valores. Aquí se construye la formación de la personalidad de cada uno de sus miembros; es el pilar sobre el cual se fundamenta el desarrollo psicológico, social y físico del ser humano; es aquí donde se nos enseñan las responsabilidades y obligaciones; es donde actuamos con la mejor visión de nosotros mismos.
Si todos los individuos creciéramos dentro de un seno familiar, la sociedad se enfrentaría a menos problemáticas: Tendríamos el sentido de responsabilidad bien definido, habría menos violencia (dentro y fuera del hogar) y más respeto tanto por la naturaleza como por el entorno social.
Sin embargo, no todos tenemos la dicha de crecer dentro de una familia amorosa, estable y unida; muchos individuos prefieren separarse de sus familias porque en ella no encuentran amor, respeto o apoyo y es ahí cuando deciden salir a buscar refugio en otras distracciones donde ponen en riesgo su integridad física, mental y emocional.
Si el núcleo de la célula está dañado, la sociedad adolece de estas fracturas y las refleja en sus relaciones y entornos; surgen acciones de violencia, desapegos, inconformidades. Por ello la tarea como sociedad es luchar por proteger a la familia, y promover un ambiente de respeto, valores, educación y amor a nuestros hijos; una familia que esté unida en todas las situaciones de la vida.
Conflictos familiares
¿Qué es un conflicto familiar?
En la familia, con la pareja, entre los amigos y en la sociedad en general es inevitable que surjan conflictos, pues todos tenemos diferentes edades, pensamientos y formas de ver la vida.
En este caso, hay que comprender que la familia está integrada por personas unidas a través de relaciones filiales (padres, hijos, hermanos y/o pareja), formando una especie de sistema abierto en el que sus miembros están estrechamente relacionados. Y debido a esta relación tan estrecha e íntima, cualquier conducta puede afectar a la dinámica familiar, surgiendo así las disputas.
Los conflictos familiares son eventos naturales, pues derivan de la convivencia entre los miembros de una unidad familiar. Como consecuencia, generan inestabilidad, frustración y preocupación, además de poder resurgir problemas del pasado que no fueron solucionados.
En general, un conflicto nunca debe evitarse, pues la agresividad puede escalar a niveles preocupantes. Lo mejor es afrontarlo de forma inteligente, calmada, asertiva y con la cooperación de todos los miembros. Y es que, las disputas son una buena oportunidad para progresar y aprender de ellas.
¿Cuáles son los tipos de conflictos familiares?
Si bien es cierto que los conflictos familiares pueden clasificarse de diferentes maneras, nosotros lo haremos en base al tipo de relación y del foco o causa del problema.
Según el tipo de relación
Los conflictos en la familia surgen dependiendo del tipo de relación o parentesco entre los miembros. Así pues, veamos cuáles son:
- Conflictos de pareja. Suelen surgir por problemas de comunicación, por la sensación de pérdida de la propia libertad, por tratar de cambiar a la otra persona o por la falta de habilidades para resolver los problemas que surjan.
- Conflictos entre padres e hijos. Se generan durante la infancia, con hijos adultos y, sobre todo, durante la adolescencia.
- Conflictos entre hermanos. Son los más habituales y suelen perdurar en el tiempo.
- Conflictos con los abuelos. Durante la vejez se producen cambios biológicos, pues se deteriora el cuerpo y la mente. Además, se deben afrontar nuevas situaciones como la jubilación o la pérdida de amistades o seres queridos. Estos cambios afectan a la persona y, por ende, repercuten en las relaciones familiares.
Según la fuente del problema
En este caso, el foco del problema puede ser más de uno y darse al mismo tiempo. Veamos qué crisis suelen surgir:
- Crisis del ciclo vital. Crecer implica nuevas responsabilidades, nuevos roles o dar pasos importantes, como casarse o jubilarse.
- Crisis externas. Surgen a consecuencia de un evento externo y la crisis implica buscar a los culpables.
- Crisis estructurales. Implican la reaparición de conflictos pasados.
- Crisis de atención. Surgen en núcleos familiares en los que hay una persona dependiente y su cuidador/a se siente limitado a la hora de hacer sus actividades habituales.
Consejos para resolver los conflictos familiares
Cada familia es un mundo y la situación que genere una disputa puede ser una u otra. Hay personas que se sienten solas porque no tienen o no pueden reunirse con la familia, otras en las que el padre y la madre están divorciados, etc. Todo ello genera una serie de emociones y ansiedad que pueden desbordar a uno. Por ello, aquí facilitamos algunos consejos para afrontar la situación con una perspectiva más clara y esperanzadora.
Entender que ninguna familia es perfecta
Hemos empezado diciendo que ni la Navidad ni las reuniones familiares que implican estas fiestas son tan idílicas como las pintan. Y es que hay que aceptar que ninguna familia es perfecta, pues es totalmente normal que haya roces o conflictos. Ahora bien, identificar aquello que provoca los desencuentros familiares servirá para prevenir las situaciones que los generan.
Cómo fortalecer las relaciones familiares
La escucha empática implica escuchar plenamente a la otra persona para ponerse en su lugar, comprendiendo así los sentimientos o emociones a través de sus palabras y gestos.
Controlar las formas a la hora de hablar
Muchas veces hablamos de malas maneras antes de pensar, lo que incentiva la agresividad. Es muy importante utilizar el lenguaje y las expresiones con cuidado, reemplazando los reproches por sincerarse de buenas maneras.
Marcar los límites
Saber decir que no, así como marcar los límites, sirve para hacer saber a la otra persona aquello que nos genera malestar o nos ofende. Ahora bien, esto no quita que expresar cómo nos sentimos ayude a entender y tomar conciencia de aquello que está provocando la disputa.
Encontrar el mejor momento y lugar
Finalmente, las reuniones familiares no son el mejor momento ni lugar para tener una discusión. Lo mejor es dejar la conversación para otro momento y hablarlo en privado.
Dios es un ser que es puro amor, un amor sin límites. Esta es la razón principal de la importancia de Dios en la familia. Es el ejemplo a seguir. Una familia donde prevalezca el amor es una lámpara encendida, no solamente para sí misma, sino también para otras familias a las cuales servirá de ejemplo.
La familia es el núcleo fundamental de la sociedad, es su estructura primigenia. Muchos de los problemas que enfrentan las sociedades actuales en diferentes países se originan tras el proceso de desintegración de la familia. Parece ser que los antivalores han tenido como blanco a esta estructura esencial creada por Dios.
La importancia de Dios en la familia
La familia ha dejado de pensarse a sí misma como entidad sagrada. Perder esta consciencia la ha llevado a confundir el amor con el placer y la complacencia. Por esto, hoy día la importancia de Dios en la familia es trascendental. “El amor nunca deja de ser” nos señala el Apóstol Pablo en 1 Corintios 13:8.
La participación ciudadana es un concepto regularmente empleado para designar un conjunto de procesos y prácticas sociales de muy diversa índole. De aquí, el problema o riqueza de su carácter polisémico. Problema porque la pluralidad de significados, en ciertos momentos, ha conducido a un empleo analítico bastante ambiguo. Riqueza, porque la multiplicidad de nociones mediante las que se ha enunciado ha permitido acotar, cada vez con mayor precisión, los actores, espacios y variables involucradas, así como las características relativas a la definición de este tipo de procesos participativos.
En términos generales, la participación nos remite a una forma de acción emprendida deliberadamente por un individuo o conjunto de éstos. Es decir, es una acción racional e intencional en busca de objetivos específicos, como pueden ser tomar parte en una decisión, involucrase en alguna discusión, integrarse, o simplemente beneficiarse de la ejecución y solución de un problema específico (Velásquez y González, 2003: 57).
De acuerdo con esta definición formal, aquello que llamamos participación ciudadana, en principio, no se distingue de otros tipos de participación por el tipo de actividades o acciones desplegadas por los individuos o colectividades involucradas. Este tipo de participación se acota como ciudadana porque es un proceso o acción que se define y orienta a través de una dimensión, una lógica y unos mecanismos político–sociales específicos.
Entonces, la participación ciudadana —aun cuando no pueda decirse que haya una concepción unívoca del vocablo— nos remite al despliegue de un conjunto de acciones (expresión, deliberación, creación de espacios de organización, disposición de recursos) mediante las cuales los ciudadanos se involucran en la elaboración, decisión y ejecución de asuntos públicos que les afectan, les competen o, simplemente, son de su interés. Entendida así, de entrada, podría afirmarse que ésta nos remite a un tipo de interacción particular entre los individuos y el Estado, a una relación concreta entre el Estado y la sociedad, en la que se pone en juego y se construye el carácter de lo público (Ziccardi, 1998; Álvarez, 1997; Cunill, 1991).
En este sentido, la participación ciudadana se distingue de la llamada participación comunitaria y de la social porque, aun cuando éstas también nos hablen de un tipo de interacción especial entre la sociedad y el Estado, los objetivos y fines de la acción que caracterizan a estas últimas, se ubican y agotan, fundamentalmente, en el plano social, es decir, dentro de la comunidad, gremio o sector social en donde acontecen (Álvarez, 2004; Cunill, 1991). Por el contrario, la participación ciudadana es una acción colectiva que se despliega y origina simultáneamente en el plano social y estatal. Esto es, no se trata de una acción exclusiva de una organización social; tampoco es una acción dada al margen o fuera de los contornos estatales, ni un ejercicio limitado por los contornos de la esfera social o estatal que la origina. La participación ciudadana es un tipo de acción colectiva mediante la cual la ciudadanía toma parte en la construcción, evaluación, gestión y desarrollo de los asuntos públicos, independientemente de las modalidades (institucional–autónoma) por las que esta misma discurra (Álvarez, 2004: 50–51).
Por último, la participación ciudadana se distingue de la participación política porque el conjunto de actos y relaciones supuestas en el desarrollo de la primera no están enfocados (exclusiva, ni fundamentalmente) a influir en las decisiones y la estructura de poder del sistema político. Es decir, aun cuando con el despliegue de estas prácticas ciudadanas se busca incidir en la toma de decisiones que constituyen el orden de la política y de las políticas,1 se diferencian sustancialmente de las actividades políticas porque el conjunto de acciones, desplegadas desde este ámbito ciudadano, no pretende ser ni constituirse en poder político, ni busca rivalizar con éste. Aun cuando la participación ciudadana pueda concebirse como un canal de comunicación por el que discurren las decisiones que atañen a la competencia por el poder en un sistema político determinado (elección, sufragio); el alcance de dichas decisiones no está orientado a desplazar los órganos de carácter representativo, ni mucho menos constituirse en algún tipo de autoridad política (Pesquino, 1991: 18).
Dimensiones, objetivos, condiciones y lógica de la participación ciudadana
Según las múltiples definiciones planteadas sobre participación ciudadana, en primer lugar, podríamos ubicar aquellas que se centran en resaltar el espacio o dimensiones en el que acontecen dichas prácticas ciudadanas, así como los objetivos, condiciones y lógicas (autónomas y/o institucionales) que perfilan su realización.
Dimensiones
La delimitación del espacio donde acontecen los procesos de participación ciudadana, sin duda, ha sido una de las preocupaciones constantes en la literatura. De acuerdo con lo anterior, diversos autores se han preocupado por destacar que la participación ciudadana, en primer lugar, nos remite a
1) las experiencias de intervención directa de los individuos en actividades públicas para hacer valer sus intereses sociales (Cunill, 1997: 74);
2) procesos mediante los cuales los habitantes de las ciudades intervienen en las actividades públicas con el objetivo de representar sus intereses particulares (no individuales) (Ziccardi, 1998: 32);
3) conjunto de actividades e iniciativas que los civiles despliegan, afectando al espacio público desde dentro y por fuera de los partidos (Álvarez, 1998: 130);
4) despliegue de acciones mediante las cuales los ciudadanos intervienen y se involucran en los procesos de cuantificación, cualificación, evaluación y planificación de las políticas públicas (Baño, et al, 1998: 33);
5) proceso dialógico/cooperacional relacionado con la gestión, elaboración y evaluación de programas de actuación pública, así como con la planeación y autogestión ciudadana de distintos servicios públicos (Borja, 2000).
Como se puede observar, en general, no solamente se pone en relieve la relación entre el Estado y la sociedad, a la que este tipo de prácticas ciudadanas ha dado lugar, sino también al carácter central de dicha interacción, es decir, la disputa por y de la construcción de lo público.
CUARTO PERIODO
Poder, autoridad y legitimidad.
https://prezi.com/p/rtlhcvgr3pun/el-poder-la-autoridad-y-la-legitimidad/
La opinión de mi Comunidad cuenta.
Para Weber la autoridad es el ejercicio del poder delegado por la comunidad, en tanto uso público de la razón, en aquellos que considera capaces de interpretar su voluntad y realizar lo que conviene para el bien común con base en un uso racional-reflexivo del poder. Para él existen los siguientes tipos ideales de autoridad:
La autoridad tradicional: sustenta su legitimidad en el carácter sagrado de la tradición. Se basa en el respeto de los valores tradicionales que, históricamente, se han instituido como justificación de un poder y su transmisión hereditaria-cultural. La dominación tradicional es una referencia que exige reverencia, por ejemplo, el poder real o patriarcal.
La autoridad carismática: deviene de una personalidad que tiene condiciones excepcionales. La dominación carismática se fundamenta en poderes extraordinarios, la mayoría de las veces sagrados, de un sujeto, profeta, salvador o líder político, al cual sus seguidores confieren toda su devoción personal.
La autoridad legal: relacionada con el poder de un derecho abstracto, impersonal y racional, que se refiere a la función y no a la persona. De allí que su ámbito de sustentación sea la juridicidad.
La autoridad racional: que puede ejercerse ya sea por valor o convicción, o por inquietud ante la eficacia. Puede verse expresada en el cientificismo o el tecnocratismo.
Como ya se ha expuesto, en la combinación legalidad y racionalidad, con arreglo a fines, puede devenir la autoridad como expresión de la burocracia, de la administración funcional y cosificadora. De la combinación tradición y carisma pueden emerger formas de autoridad caudillista y fascista que pretenden someter, desde cierta legitimidad, todas las formas de vida. En estos casos, el concepto de autoridad se articula a la negación del poder plebiscitario democrático, y el líder queda subsumido al burócrata o al dictador.
En opinión de Weber (1997), las funciones del burócrata y del político deben ser claramente distinguidas:
no es propio del funcionario entrar combativamente es sus propias convicciones en la lucha política y, en este sentido “hacer política”, que siempre es lucha. Mientras el funcionario profesional “vive de la política”, el verdadero líder político, el caudillo de “gran calibre” vive para la política ( pp. 106, 116-119).
El líder político, a diferencia del burócrata, entrega su existencia a la responsabilidad de su función para con los demás; es una suerte de voluntariado donde el sujeto se gobierna a sí para gobernar a los otros, una idea que vuelve sobre la tensión biográfica de Weber en torno al carisma materno y la burocracia paterna.
De igual forma, su idea de autoridad dista de las posturas autoritarias del fascismo y sus defensas del líder como guardián de la legalidad. Permitir la convivencia de diversos proyectos de vida buena o neoaristotélica deberá, en este caso, resistir la tentación de la imposición arbitraria y autoritaria de un sistema de valores. El radicalismo de estos tipos de decisionismos autoritarios, como los propuestos por Carl Schmitt, van en contravía de la idea de Weber de la democracia plebiscitaria del líder.
Lo significativo de la teoría weberiana de la democracia es que muestra los mecanismos para la emergencia de los líderes en la competencia y la legitimación de los procesos electorales. La “democracia plebiscitaria” —el tipo más importante de la democracia del líder— es, de acuerdo con su sentido básico, un tipo de dominación carismática que se oculta bajo la forma de una legitimidad derivada de la voluntad de los dominados y que solo persiste en virtud de ella. El líder domina efectivamente en virtud de la independencia y de la confianza de sus partidarios políticos, con respecto a su persona en tanto tal, pero siempre bajo la lectura juiciosa de sus seguido res, los cuales, en el momento en que no se sientan representados, pueden remover su mandato.
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